Parece que la crisis afecta a todos por igual, pero en el entorno cultural es especialmente irritante que los eventos más “alternativos” tengan que cancelarse por culpa de la falta de liquidez de las administraciones que debían aportar el dinero necesario para su sostenimiento. No quiero sugerir ni mucho menos que en tiempos de crisis y de recortes la cultura no deba de sufrirlos al menos en la misma medida que otras partidas más importantes socialmente hablando, pero resulta indignante que siempre sean los mismos los más perjudicados. El caso es que a principios de semana varios medios publicaban la noticia de que este año 2010 no habrá Purple Weekend. El festival de León, del que este año se iba a encargar Alex Díez, líder de Cooper, no ha podido sortear la dificultad añadida para un festival de estas características de ver recortada drásticamente la aportación del Ayuntamiento de León, por lo que ante la imposibilidad de sacar adelante la organización con todas las garantías, se ha decidido cancelar la presente edición a celebrarse a primeros de diciembre.
La noticia es desde luego triste, pero es la anécdota; es sintomático sin embargo que megafestivales cuyos nombres no vamos a citar salgan adelante sin problemas, sin que se tenga bien claro que las instituciones lleguen a recuperar al menos parte del dinero de las subvenciones y que seguro que a los organizadores les dejan con pingües beneficios. Mientras otros, con peor suerte debido a la localización geográfica o vaya usted a saber qué, tienen que subsistir a duras penaso incluso verse abocados a desaparecer. Algo está mal, muy mal, en este país en el que a todos se les llena la boca con el término “cultura”, pero que parece sinónimo únicamente de lo que una vez oí llamar “cultura de supermercado”.