Con puntualidad, a eso de las nueve de la noche, Leonard Cohen y su banda aparecían en el escenario del Príncipe Felipe zaragozano para ofrecer un recital que se alargaría durante tres horas y cuarto (más o menos tres horas reales, ya que hacia la primera hora de show la banda hace un descanso). Resulta una sorpresa agradable comprobar in situ el prodigioso estado físico y de voz en el que se encuentra el canadiense. No olvidemos que Cohen está a punto de cumplir los setenta y cuatro años de edad en unos días, pero su agilidad para arrodillarse, bailotear en algún momento e incluso abandonar al trote el escenario es digna de admiración hasta para los que tenemos la mitad de su edad, y más teniendo en cuenta la duración del concierto. También sorprende la cantidad de veces que Cohen presenta a su banda, al menos en tres ocasiones diferentes, con especial atención a su guitarrista Javier Mas, vitoreado con ganas por el público de su ciudad. Un público que se lo pasó de lo lindo, a pesar de los falsos finales del concierto en los que más de uno dudó entre marcharse o quedarse. Hasta tres veces hubo amago de finalización.
Con un montaje sencillo pero efectivo, unos telones blancos que cubren las partes laterales y posterior del escenario y sobre los que se proyectan luces de diferentes colores, la banda compuesta por seis músicos y tres coristas acompaña a la perfección la profunda voz del protagonista. Lo mejor del concierto llega tras el primer parón, cuando van cayendo temas como “Suzanne”, “The Gypsy’s Wife”, “Hallelujah”, “I’m Your Man” o “Take this Waltz”. Es aquí cuando la banda desaparece para dar paso al primero de los bises, y gran parte del público se levanta de sus asientos para dirigirse enfrente del escenario con “So Long Marianne” y “First We Take Manhattan”. Posteriormente llegarían dos bises más en los que suenan temas como “Famous Blue Raincoat” o “Closing Time”. Finalmente y agradeciendo al público de Zaragoza la cálida acogida, Leonard Cohen se despide junto a su banda a eso de las doce y cuarto de la noche, no sin antes agradecer también a todos sus técnicos el trabajo realizado, y recordando que quizá no vuelva a la ciudad. Un gran tipo este Leonard Cohen a pesar de lo cenizo.