Personalmente me encanta acudir a este tipo de eventos por el ambiente de camaradería que se respira, muy difícil de encontrar en otro tipo de conciertos. Así que allá que fuimos: directos al Priest Feast, gira que reúne a Testament, Megadeth y por supuesto el plato fuerte de la noche, Judas Priest. Es curioso ver como estas bandas clásicas de Heavy Metal siguen teniendo tirón, y aunque el público se haya visto algo reducido con respecto a hace unos años, siguen llenando pabellones (eso sí, más modestos) sin problemas, congregando en el de Zaragoza a fans venidos desde los más diversos puntos de la península. También resulta bastante significativo que, cuando a las ocho menos cinco de la tarde Testament comenzaban su descarga, la Plaza de Toros de la Misericordia ya estuviera bastante llena. No hay duda de que el del Heavy es un público especial y muy fiel.
Pero vayamos con Testament. Como decimos, eran los encargados de abrir la noche. En la banda destaca la presencia de nuevo del excelente Alex Skolnick, que regresó al seno del grupo hace algún tiempo, con un Chuck Billy con un importante sobrepeso, al igual que el otro guitarrista Eric Peterson, y un enorme Paul Bostaph a la batería, marcando con precisión rápidos ritmos de doble bombo. La banda descarga durante unos cuarenta y cinco minutos parte de su nuevo material contenido en “The Formation of Damnation”, junto a clásicos como “Souls of Black”, “Over the Wall”, con el que comenzarían su concierto, o “Practice What You Preach”. A pesar de las ganas de la banda y del acertado repertorio, el concierto de Testament no acabó de cuajar debido al pésimo sonido con el que les obsequiaron desde la mesa de sonido. Ya sabemos que en este tipo de conciertos es normal que los teloneros no suenen bien para no eclipsar a las estrellas de la noche, pero creo que lo de Testament ya fue excesivo con ese sonido prácticamente inintelegible en el que por momentos solo se distinguía la batería de Paul Bostaph, y eso que a ratos mejoró (sin sonar perfecta, al menos me dejaron disfrutar con “Souls of Black”).
Si Testament fueron una bola sónica en la que costaba incluso distinguir algunos temas, con Megadeth la cosa mejoró, aunque el volumen no fue todo lo alto que debería. Actualmente Megadeth es Dave Mustaine. Y punto. Puede que esté acompañado por un grupo de excelentes músicos, pero no dan impresión de ser una banda de verdad, sino un grupo de mercenarios sin ningún tipo de carisma escénico. Pero eso ya da igual. Cuando se tiene un repertorio del calibre del de Megadeth las propias canciones son suficientes para levantar un público. Y vaya si lo fueron. Mustaine tiró de clásicos durante la aproximadamente una hora que estuvieron en escena, con una única concesión a “United Abominations”, su último disco de estudio de hace un par de años. Siento especial debilidad por Megadeth, una de mis bandas favoritas dentro del Heavy Metal, así que a nadie le extrañará si digo que eran mi principal objetivo del festival. Es una verdadera lástima que sus apariciones por Europa últimamente se vean reducidas a festivales y a telonear a otras bandas. Aunque también es verdad que el actuar de telonero y tener que condensar su repertorio en una hora le funciona muy bien a Dave Mustaine, que además parece tener muy claro que la travesía por el desierto que significan sus discos de entre mediados de los noventa hasta “United Abominations” no tienen nada que hacer frente a sus álbumes clásicos. Un diez por Mustaine… perdón, por Megadeth, clásicos en vida.
Pero está claro que la mayoría del público estaba allí por Judas Priest. Si hay bandas que estén por encima del bien y del mal dentro del Heavy Metal, una de ellas es Judas Priest sin ninguna duda. Olvidemos que “Nostradamus” ha sido un pequeño patinazo (tampoco es el primero de su carrera además; no hay más que recordar lo que supuso “Ram It Down” en su momento y cómo lograron resurgir después con un álbum increíble como “Painkiller”; o simplemente la controversia que suscitó “Turbo” en su día, siendo hoy considerado como un disco imprescindible, aunque la banda se empeñe en obviarlo en directo). Pero volviendo al concierto, Judas Priest mantienen el mismo repertorio y los mismos trucos y montaje escénicos que hace un año cuando actuaron en el festival Kobetasonik. Aún así, en esta ocasión me sonaron bastante mejor. Rob Halford parecía estar mejor de voz que en aquella ocasión, donde sufrió lo indecible para sacar adelante “Painkiller”. Es lo que tienen los vocalistas, que salvo prodigios de la naturaleza como Ronnie James Dio, van perdiendo voz con los años. Pero me alegro de que lo del Kobetasonik fuera algo puntual y que el Metal God todavía conserve bastante de sus potentes agudos (y digo “bastante” porque es evidente que tampoco es el mismo de hace unos años, y los efectos de eco que utiliza en algunos momentos le deletan). Pero volviendo a la cuestión, disfruté bastante más en esta ocasión. Quizás el repertorio no sea todo lo acertado que debería (o que a algunos nos gustaría), quedando fuera de la hora y tres cuartos de concierto temas clásicos como “Living After Midnight” o “Rock You All Around The World” (entre muchos otros, seguro que todos tenéis algún favorito), pero solo por ver a Halford cabalgar su Harley para atacar “Hell Bent for Leather” merece la pena. Gracias Downing, Tipton, Halford y compañía por retrotraerme a mis años mozos.
