Twin Peaks

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“Twin Peaks” es considerada la mejor serie de la historia. Muchos pueden estar en desacuerdo o no con tal afirmación, pero lo que es seguro es que esta serie puso de moda en la pequeña pantalla el formato conocido como “Serie de investigación”. La trama básica es (entre muchas comillas) simple: durante el capítulo piloto aparece el cuerpo sin vida de una habitante de Twin Peaks, Laura Palmer y, puesto que cabe la posibilidad de que se trate de un asesino en serie, envían a un agente de FBI a investigar.

Este es el punto de partida desde el cual los creadores, David Lynch y Mark Frost desarrollan una serie de situaciones y personajes dignos de la cosmología Lynchiana, con un pié en la tierra y el otro en la costa del subconsciente que al director le gusta tanto visitar, aunque bastante menos pasado de rosca que su típico surrealismo al estilo de “Mudholland Drive” o “Eraserhead”.

A pesar de que la serie cuenta con dos temporadas, la trama y el estilo están tan diferenciadas que la mayoría de seguidores de la serie prefieren considerar que solo existe la primera: una vez que Lynch abandonó definitivamente el proyecto, los personajes y la historia empezaron a decaer (a la vez que el número de espectadores) demostrando que la genialidad irracional de Lynch no resulta tan fácil de emular como algunos piensan. Aunque la serie es constantemente nombrada como una especie de versión libre de la película de 1944 de Otto Preminger “Laura”, se considera un punto de inflexión que marca el antes y después de la creación de historias destinadas a la pequeña pantalla.

Kyle MacLachlan, actor fetiche de Lynch durante un tiempo y presente en las primeras grandes producciones del director “Dune” y “Blue Velvet”, encabeza el reparto de la serie interpretando al agente Cooper. Atractivo, brillante, inteligente… basa la mayor parte de la investigación tanto en técnicas de psicología de Jung como en su propia intuición. Dicho personaje se considera un molde para productos televisivos posteriores tales como “Numbers” o “Mentes Criminales”, que basan sus investigaciones en métodos algo alternativos.

El propio Lynch no pudo evitar aparecer en su propia serie, de una forma bastante propia: como sus dotes interpretativas son, según él mismo, nulas, inventó un personaje medio sordo que tuviese que hablar a gritos, de esta forma anulaba la parte más difícil de la interpretación: la proyección de la voz. Este es un ejemplo más de la cantidad de soluciones narrativas brillantes de la serie, como la inclusión de voces en off sin serlo (Cooper graba en una cinta para su secretaria todos sus pensamientos) o la forma onírica de conseguir pistas.

Uno de los momentos más graciosos (y una de las anécdotas más recordadas) es la incursión del agente travestido de la DEA Dennis/Denise, interpretado por el mismísimo David Duchovni (el mítico Agente Mulder de “X Files”), en su primera aparición en televisión.

Posteriormente, Lynch dirigió una película basada en la serie que pretendía ser una precuela que relatase las últimas semanas de vida de Laura Palmer. Sin tener que ceñirse a ciertas convenciones televisivas (o, más bien, sin tener que ceñirse a nada en absoluto), el director tuvo manga ancha para sacar punta al surrealismo de los personajes y relatar, desde la metáfora (como hace siempre) la misma historia que ya desarrolló durante la serie.

En definitiva, la serie de “Twin Peaks” es un producto televisivo bastante más digerible que la mayoría de creaciones de David Lynch, y aunque emitió su primer capítulo en el año 1990 la serie no caduca, y puede verse hoy, casi 20 años después, sin tener que reprimir esa carcajada tan típica, propia de cuando se ven series de antaño.

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