Tanto los fans fatals de Mari Cru, o simplemente los lectores ávidos de historias extremas, hilarantes, terroríficas o patéticas, (yo me cuento en los dos bandos) esperábamos con impaciencia el anunciado libraco del ex-yonki (casi)cincuentón con mejor pinta del Rock.
Pero cuidado, que en este triste mundo en el que vivimos, como bien sabemos, un hombre construye mil puentes y chupa una polla, y el mundo le conocerá como un chupapollas, y Nikki Sixx no es un yonki graciosete estilo Sid, este hombre ha compuesto algunos clásicos atemporales del Rock y ha derrochado más clase que todos los Pete Droguertys de este mundo, con lo que sería una pena que lo único que se valore de Mr. Sixx y por tanto de Mötley Crüe (de los que ha sido el motor durante más de 25 años) fuera su gran destreza para drogarse fuera de toda norma e introducir teléfonos en vaginas de felices groupies.
El tomo en cuestión consiste en la trancripción de un diario que Nikki escribió durante el año de su peor yonkitud, y que va constantemente aderezado con los comentarios de amigos, managers, los restantes miembros de Mötley o el propio Sixx.
La duda consiste en saber si esto es verdad, si de verdad el autor encontró ese diario en ese armario o si está reescrito en la actualidad para exprimir unos cientos de miles de USD a costa del yonkismo del autor.
Sea como sea, conocer como al bueno de Nikki le daba por tirar sus drogas compulsivamente por el water cada dos por tres (por arrepentimiento, paranoia de que entraba la bofia o lo que fuere) no deja de molar bastante, y los amantes de anecdotas freaks las encontrarán a patadas: Nikki con los ojos inyectados en crack, armado hasta los dientes en su casa asegurando que unos enanos con uzis están rodeando el jardín para matarle. Eso no se paga con dinero, amigos.
Lo que nos queda bien claro, es que mientras Vince Neil se dedicaba a follarse a todo lo que pestañeaba, nuestro héroe no quería de la vida más que agujas y plata. Es un buen retrato del patetismo y la devastación a la que te puede arrastrar el jaco, aunque (estamos hablando del jefe de los Crüe) no exento de un gran sentido del humor.
Una de las historias que ilustra muy bien el libro y el pedazo de cabrón tóxico que estaba hecho Frankie Ferrano (su nombre original) es la que narra una de sus sobredosis, el llegar a estar clínicamente muerto y recibir la famosa aguja de punto de adrenalina en el corazón, su despertar en el hospital y como con la ayuda de un amigo se arranca los tubos, se pone unos mugrientos pantacas de cuero y haciendo autostop (y recogido por un par de fans acojonadas) llega a su casa para meterse en el jacuzzi y tener su segunda sobredosis en menos de 24 horas.
Ese era Nikki Sixx, un yonki extremo, oscuro, patético y divertido. Pero también, y que nadie lo olvide, el líder y compositor de una de las mejores bandas de Rock n’ Rroll de todos los tiempos, y el hombre que siempre ha guiado con mano firme, visión y talento la nave de los Crüe.
Y para no acabar haciendo apología del tontiyonkismo, conviene recordar, que un cuesco con distorsión del hombre que se folló a Samantha Maloney, atomizaría en un nanosegundo la discografía entera de los Babyshambles. Que tambien entre yonkis todavía hay clases.
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