La Casa del Loco, activa sala zaragozana en cuanto a programación de conciertos, celebraba este pasado sábado su décimo aniversario con un concierto de excepción: Marc Ford’s Fuzz Machine. Vaya desde aquí nuestra más sincera felicitación y apoyo a una de las pocas salas que se encargan de revitalizar el triste panorama musical de la capital maña y que apuesta decididamente por el Rock (entre otros estilos minoritarios). Sea por el cumpleaños, por la presencia de casi un mito en vida como es Marc Ford, o por ambas cosas a la vez, la afluencia y la expectación eran máximas, habiendo una larga cola para acceder a la sala desde minutos antes de la apertura de puertas. La verdad es que portar el cartelito de “ex-Black Crowes” parece más un beneficio que un problema, aunque sería injusto no reconocer el enorme talento que atesora Marc Ford a las seis cuerdas. Sus dos discos en solitario o lo que grabó junto a Burning Tree son la prueba patente de que hay vida tras la huida de la banda de los hermanos Robinson.
Como teloneros de la velada ejercieron un dúo local del que desgraciadamente no tengo más datos por no estar anunciados previamente, así que pido disculpas y les emplazo a ellos mismos a corregir la omisión. Simplemente dejar patente la gran voz de la vocalista femenina (que encandiló incluso a algún miembro de la banda de Marc Ford) y el buen hacer a la guitarra acústica de su acompañante, que basaron su breve set en versiones de Neil Young, Beatles, etcétera. Caldearon lo suficiente el ya de por sí caluroso ambiente de la sala para la salida de Marc Ford y los suyos.
Sobre las 22:30 de la noche salieron al escenario Marc Ford’s Fuzz Machine. Abrir con un tema instrumental el concierto y alargarlo hasta los diez minutos es una apuesta arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta que gran parte del público desconocía la carrera de Ford en solitario. Y sin embargo parece que convenció a la mayoría de ese público, aunque hubo gente que me comentó tras el concierto que se había aburrido por momentos. Y esa fue la tónica general de la noche: largos desarrollos instrumentales aptos para el lucimiento de Ford con el bottleneck, sin él, con el pedal wah wah,… e incluso para mostrar las habilidades de un futuro gran guitarrista en ciernes como es su propio hijo, Elijah. Habrá que seguirle la pista, porque con dieciocho añitos ya toca con suficiente pericia como para formar parte de la banda de su padre. Como se suele decir, “de tal palo…”.
Pero volviendo al tema, la gente que conozca un poco la carrera de este hombre no debería asombrarse por estas largas jams. Supongo que no es plato para todos los gustos, pero los que disfrutamos con los grandes guitarristas que atesoran feeling sin necesidad de ser unos vulgares corremástiles casi tocamos el cielo. Porque la base y las raíces de la música de Ford están en el Rock ‘n’ Roll clásico, y cuando se dedica a improvisar va en beneficio de la canción y no es un mero ejercicio de alardeo técnico.
Tampoco tiene que extrañar que el concierto se prolongue durante casi dos horas, aunque esto en los tiempos que corren es cada día más difícil de presenciar. En estas dos horas hay cabida sobre todo para los temas de “Weary and Wired”, aunque también para algún que otro tema nuevo, para temas de “It’s About Time” e incluso para algún pequeño recuerdo a la época de Burning Tree.
Esperemos que vuelva pronto Marc Ford con un nuevo disco bajo el brazo para poder disfrutar de más conciertos como este.
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