Como uno es asiduo de Cuatro, y como parece que a cualquier hora que pongas esa cadena te encuentras con este programilla, es inevitable haber visto más de un día y más de dos los castings de semejante engendro televisivo. Y como uno también vive en la prehistoria tecnológica televisiva y no tiene mando a distancia, pues se tiene que joder y tragarse los putos castings para no perderse el comienzo de la serie de turno. Pues bien, lo que en principio parecía una buena idea se ha convertido en lo que me temía: otro programa más al estilo de Operación Truño, sin ninguna innovación reseñable. Y es que parece que la fórmula no acaba de agotarse.
No es que hubiera puesto muchas esperanzas en este espacio, de hecho mi intención era evitarlo a toda costa. Pero por las promos de estos meses me había llevado una impresión equivocada. Uno en su inocencia pensaba que la intención era diferente: promocionar a artistas de verdadera valía, independientemente de su estilo, edad, etc etc, como corresponde a un canal buenrrollista como es Cuatro. Pero después de ver algunos de estos castings la incredulidad es mayúscula. Supongo que el Grupo PRISA tampoco es una oenegé y que money talks.
Y es que el trío que ejerce de tribunal es de agarrarse con las uñas a la butaca para no saltar sobre ellos. En primer lugar, un tipo cuya cara me suena de haber sido presentador de telediarios y que parece no tener ni puta idea de música, pero vete tú a saber. Se llama Jorge Flo y por lo visto es director de las cadenas musicales de la Cadena SER. Ya sabemos quiénes son jefes en este país. Luego una señorita que todo lo que tiene de atractiva lo tiene también de borde y desagradable cuando quiere, Eva Perales. Me comentan que es la manager de El Canto del Loco (empiezo a explicarme un par de cosillas). Y finalmente un gordito que en lugar de ser simpático como todos los gorditos es un engreído que se debe de pensar que sus discos son la base alrededor de la que gira la música pop contemporánea. Me parece delirante que el tal Miqui Puig se permita hacer comentarios a gente que es evidente que tiene mejor voz que él del tipo de “aquí lo que buscamos es el ‘Factor X’ y tú no lo tienes”.
Al final la impresión que uno se lleva tras ver un par de días estos castings es que el jurado está ahí para descojonarse de los freaks que acuden. No se limitan a aceptar o a rechazar candidatos. El rechazo tiene que ser hiriente. Se trata de encabronar a los sujetos más propensos al exabrupto (parece que los huelen nada más entrar), a ver si se mosquean y dan material jugoso que ayude a subir el share. Y el jurado se turna el papel de poli bueno, poli malo y poli jefe que inclina la balanza a uno u otro lado. Ni que lo tuvieran estudiado. Hay momentos que parecen realmente guionizados, tanto por las reacciones de los candidatos como por las frases lapidarias del simpático trío. Y qué decir de la cantidad de personas desesperadas por aparecer en la tele 3 minutos. A algunos habría que explicarles que aquel programa de Chicho Ibáñez Serrador, “El Semáforo”, hace años que no se emite. Me da pena y vergüenza ajena ver el tratamiento que reciben algunos, porque muchos seguro que se creen que se están riendo con ellos y no de ellos. Francamente lamentable. Sin ir más lejos la chica que cantaba sobre seguridad vial, que ya la utilizan hasta en las promos del programa. Pero luego va la tal Eva Perales con su peinado a lo Amelie y le pide a una chica que le dé un abrazo bien fuerte y parece que se redima. Al final acaba pareciendo más “El Diario de Patricia” que un programa… ¿musical? ¿o no? Entre los freaks, las abuelas, los que montan el pollo… telebasura to the max, chavales.
También hay gente que va con toda su ilusión, claro, pero uno se pregunta qué necesidad hay en este país de tener imitadores-cantantes todos cortados por el mismo patrón, cuando está clarinete que de estos está ya sobresaturado el panorama. Sobre todo teniendo en cuenta que, según dicen, la industria musical está en crisis.
Esa es otra, porque los “artistas” que acaban pasando a la siguiente fase son todos de lo más estándar. Y que nadie se engañe porque seleccionen a un señor de sesenta y pico años que escribe canciones de amor a su mujer. Es la anécdota, hay que cumplir el cupo. Me gustaría ver al final si hay un equilibrio entre este tipo de concursantes y los chuloplayas de gimnasio que imitan sin ningún rubor a los apestosos grupos vocales norteamericanos de la actualidad. O las niñatas que quieren ser Christina Aguilera.
Si al menos la X del título fuera por otra cosa…
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